Así quedábamos para ir al cine…

Hace unos años, cuando nos conocimos Dorian y yo, nos mandábamos unos correos electrónicos y mensajes emergentes (cuando trabajábamos en la misma empresa) legendarios. Lástima que se hayan perdido los larguísimos, elaborados y rebosantes de imaginación mensajes que nos intercambiamos acerca de las aventuras de Marchukiman y sus secuaces (Marchukiboy, Marchukiwoman y Marchukigirl) contra el malvado Bilgueits y su inseparable Porkulator (aunque conservo material de un prototipo de lo que iba a ser «la Marchukigüeb», a lo mejor lo comparto con ustedes algún día, si a Dorian no le parece mal) pero escarbando en mi disco duro, encontré una perla de aquel entonces.

Les pongo en situación: la cosa era bien simple, Dorian pensaba ir con su novia al cine y nos escribía un correo a varios amigos para ver si queríamos ir con ellos. Yo le contesto que sí siempre que sea cuando salga de un curso de Oracle que tenía por la tarde, aunque me quejo de que sea en los cines Ábaco que por entonces (ya no) ponían el sonido muy bajo, y una amiga le contesta que no puede pues tiene mucho que hacer.

Lo que en circunstancias (y personas) normales serían 3 o cuatro mails simples y escuetos, en nuestro caso fue en realidad así (les ofrezco la recopilación de los 5 mensajes que nos intercambiamos, tal cual fueron escritos y enviados, cada «capítulo» es un mensaje enviado a los demás; el título se lo pusimos después al recopilarlos).

Cuento de
«EL PRÍNCIPE CIN?FILO Y LOS CABALLEROS DE LA CINEMA REDONDA»
o «¿es que no podemos quedar como personas normales para ir al cine?»

Capítulo I (Mensaje de Dorian)

Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, había una vez un príncipe encantador que decidió acudir el jueves por la noche a las 22:00 a los cines Ábaco, que por cierto tenían la sala más grande del reino de Sevilla, donde proyectaban El Regreso de la Momia; pero el príncipe pensó, y si en vez de ir solo mando a traves de Emilio el mensajero real un aviso para que vengan todos mis amigos.

«Además», pensó, «si quedamos un poco antes a eso de las 20:30 podremos comprar las entradas con tranquilidad sin miedo a que las hordas bárbaras se hagan con todos los sitios. Y no sólo eso, sino que nos dará tiempo a tomarnos un tentempié para distraer al hambre y podremos confraternizar amistosamente».

Dicho y hecho, el mensajero Emilio recorrió el reino tenebroso de los bits y bytes donde multitud de peligros le acechaban, sin embargo, gracias a su arrojo y valentía pudo por fin llegar a su destino y entregar a sus destinatarios las sabias palabras del joven príncipe.

Tan sólo una cosa le preocupaba, ¿serían sus nobles amigos lo suficientemente rápidos en contestar?

P.D: La Doncella de nombre Clara, atrapada en las fauces del dragón germánico, que no tema por su vida, pues presto acudiré a rescatarla con mi brioso corcel de dirección asistida a las 20:15, allí donde los viandantes reponen sus fuerzas y combaten el calor con sorbetes de ambrosía.

Capítulo II (Respuesta de Quatermain)

Cuando E-milio, el cartero real, tras cruzar los tenebrosos campos de bits consiguió llegar a la fortaleza de Torrealcatraz, gobernada por el Barón de Web, Grande del Reino y Webmaster del Universo (con su poderoso giro de cintura), el Barón recibió con alborozo las noticias de su querido amigo el Príncipe y ordenó 3 días de fiesta en todo su territorio.

No obstante, una sombra mortecina cruzó su alma cuando siguió leyendo el mensaje de su amigo y vio que la cita era en los cines Abaco, propiedad del malvado Gigante Caraculiambro, antiguo enemigo del Barón y que, a menudo, si descubría que el Barón visitaba sus cines, proyectaba la película a un volumen tan bajo que el maltrecho oido del Barón de Web (le estalló un cañonazo de lombarda al lado del oido en la Guerra de los 6 Dominios, donde luchó con valentía) no podía oir la película. Las lágrimas del Barón se llenaron de ojos y decretó 2 días de duelo en todo su territorio.

Así pues, el Barón de Web escribió a su amigo el Príncipe Cinéfilo implorándole que la reunión proyectada para esa noche de los caballeros y damas de la Cinema Redonda, se produjera en los cines Nervión a fin de poder disfrutar de la película sin temor a que sus heridas de guerra se lo impidieran. Además, estaba la ventaja añadida de que el Barón de Web tenía un encuentro con las tropas del Conde de Oracle en su campamento de Viapol (muy cercano a los cines Nervión), encuentro que terminaría a las 20:30, por lo que de esta manera podría estar en el cine a esa hora y poder así tomarse ese tentempié para distraer al hambre y poder confraternizar amistosamente.

E-milio, el cartero real, salió de nuevo a cruzar los tenebrosos campos de bits, donde habitan la serpiente, el hacker y la araña llevando en su zurrón el mensaje del Barón, que espera la respuesta del Príncipe Cinéfilo, confiando en que el buen corazón de su amigo escuche sus súplicas y acceda al cambio de cine.

Capítulo III (Respuesta de una amiga)

Ruego a mi admirado y grande Príncipe disculpe la tardanza en mis palabras pero ello no se debe más que a que las palabras de esta humilde doncella no llegan ni a la altura de la zapatilla de las de nuestro preciado Príncipe.

«Y pa no cagarla mucho más», y que el ya cansado mensajero E-milio no desvanezca en su dura labor de hoy, solo transmitir que sea vos capaz de perdonar a esta su fiel y sumisa súbdita, que no podrá reunirse en el día, lugar y hora requerida, por tener que deberse a sus obligaciones (vamos que mañana le doy una charla a los becarios y tengo que prepararla esta tarde-noche después de mi curso de Visual Basic).

Sintiéndolo muchísimo, porque las ganas no faltan de reunirme con todos vosotros, y esperando esta Cinema Redonda se reuna próximamente de nuevo y poder acudir.

Besos a todos, y joder!!! que trabajito ma costao.

Capítulo IV (Respuesta de Dorian)

El Príncipe Cinéfilo, aunque tenía su corazón endurecido tras largos años de duras batallas en los campos de Cartuja, no pudo reprimir que su misma alma se encogiera tras leer la triste carta del Barón de Web. Y como sea que vio en las palabras de su amigo afecto sincero, además de buen talante y nobleza de espíritu, el Príncipe dio un gran suspiro, desvió su mirada al Windows de su palacio, y dictó el siguiente decreto al mensajero E-milio:

«Se que está mal visto que un Príncipe se desdiga de sus palabras anteriores, pues de todos es sabido que el Elegido está impregnado de la infinita omnisciencia divina. Más mal Rey demostraría ser en el futuro si ante los infortunios de mis súbditos me escudara ante lo que no es más que humano orgullo, y por tanto fruto de la misma especie que aquella ofrendada por la maligna serpiente. Por tanto desde ahora mismo decreto que la reunión de los Caballeros y Doncellas de la Cinema Redonda se produzca en los cines Nervión a las 20:30.

Asimismo, recuerdo a Lady de Vela y Lady Hurtado que deben confirmar rápidamente su asistencia con suma urgencia, pues aunque la paciencia de Dios sea infinita, la del Príncipe tiene un límite «

Tras pronunciar estas sabias palabras, el mensajero E-milio (algo cansado de tanto vaivén y ajetreo, todo hay que decirlo) volvió a atravesar los ominosos campos de bits y bytes, plagados de extrañas criaturas cuyo solo nombre volvía locos de terror a los duros y aguerridos caballeros: el misterioso Mawanella, procedente de Sri Lanka, o el terrible gusano gigante AILOFIU…

Capítulo V (Respuesta de Quatermain)

El heraldo del príncipe, el sufrido E-milio llegó de nuevo al puente levadizo de Torrealcatraz donde fue recibido personalmente por el Barón de Web, quien esperaba impaciente la respuesta de su bien amado amigo el Príncipe Cinéfilo. Sus dedos temblorosos abrieron el sobre lacrado con el sello real y sus ojos recorrieron ávidamente las lineas escritas por su magnánimo amigo. La sensación de júbilo y gozo crepuscular inundó las arterias y venas del Barón, una alegría desbordante se apoderó de su cuerpo y saltando y dando brincos por el patio de su castillo ordenó que se decretaran 5 días de fiestas, orgías y bacanales en su territorio. Mandó a E-milio de vuelta al Palacio Real con una misiva colmada de agradecimientos y unos presentes para Su Alteza: quesos de bola, 2 ciervos, odres de vino y ambrosía y una cinta del Fary.

Después volvió a sus aposentos y dispuso que prepararan la partida para los campos de Viapol, donde departiría con el Conde de Oracle para después acudir al encuentro con sus amigos en los Cines Nervión y disfrutar del maravilloso encantamiento de ver imágenes proyectadas sobre un lienzo blanco.

¡Larga vida al Príncipe Cinéfilo y a su brazo derecho, el Barón de Web! ¡Abrid las puertas de Torrealcatraz! ¡Son las 13:30 y el Barón de Web parte ya para la posada donde dará un festín antes de ir al encuentro del Conde Oracle! ¡Viva el Príncipe! ¡Viva el Barón! ¡VIVA EL CINE!»

FIN

Sí, lo sé, estábamos estamos grillaos.

6 comentarios

  1. Capitán Nemo

    Pues yo no veo mucha diferencia diferencia con algunas cosillas que hemos hecho o al menos intentado, por lo que confimo tu pié de post(o postipié) al decir que seguimos estando grillaos. ;)
    Fantastico el texto, me ha recordado las partidas de creación de cuentos en casa de Dorian. A ver si un día cuentas en un post lo de ese juego, que merece la pena.

  2. El Tipo de la Brocha

    Genial, en serio. Falta de grillos es lo que tenéis en la cabeza, y así de desatada está vuestra imaginación.

  3. Lara Croft

    Lo que no teniais era mucho trabajo *-) no?

  4. cuatropelos

    La verdad que «mu» bien, «mu» bien, no estais…pero es guay :)

  5. Dorian Gray

    Coño, ¿yo escribí todo eso? lo recuerdo vagamente pero la verdad es que visto ahora está bastante bien… la verdad es que me emociona que hayas conservado esos correos Quatermain.

    :'(

  6. mòni

    En una galaxia cercana a la galaxia lejana esa de antes, había una monja que se quedó con la duda de qué pasaba con las «partidas de creación de cuentos» que mencionaba el Capitán Nemo.

    Y por eso se arrodilló a rezar, para pedirle a Dios que algún día se lo explicaran.

    Porque aunque simplemente preguntarlo pueda parecer más práctico, ella confiaba en que Dios se lo solucionaría de todos modos, y además, Dios era más de fiar que un Príncipe Cinéfilo o un Barón de Web cualquiera..

    Así que allá se quedó la monja, arrodillada y rezando, hasta que alguien la sacara de dudas.

    Sin estresarse, que las monjas son muy sufridas y tienen mucha paciencia.

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