Dos dÃas he tenido que esperar para recuperarme, no de la resaca producida por un cotillón, sino del shock que me produjo la visión del inmaculado tanga con que (la ya menos inmaculada) Anne Igartiburu nos obsequió a todos para comenzar el año durante las campanadas.
¡Cámara, cabrón, que me estás sacando el tanga!
Yo con mis uvas preparadas ya para intentar comenzar el año con suerte y mi hermana que exclama ¡se le ve el tanga! ¡Comorl! ¡Al ataquerl! A esa especie de grito de guerra de mi hermana los ojos de los varones presentes comenzaron a centellear y escanear de arriba a abajo la imagen de la presentadora ¡Era cierto! Primero constatamos el hilillo del tanga para recorriéndolo con la mirada y morbosa imaginación llegar a ese triángulo blanco que se nos mostraba impúdico tapando el potorro de tan estupenda señora y nada menos que antes millones de españoles en tal vez el momento de mayor audiencia del año. El descojone era entonces generalizado, la indignación de la abuela manifiesta y el aletargamiento de algunos bajo los pantalones levemente interrumpido…
¡Ah, si esa mujer hubiera salido de esa guisa el año anterior y en nuestra imaginación de hubieran mezclado la contemplación del tanga con ese «…te la hinco» ! Se hubiera producido en todos los hogares una gran explosión de espuma y no de cava o champán precisamente.
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