Si preguntas a muchos pseudo-cinéfilos de treinta y tantos como el que ésto escribe cual ha sido el actor que más nos ha marcado, pues te contestarán que si Robert de Niro, que si Al Pacino… resumiendo, todo topicazo y mentiras cochinas. Seguro que más de uno ha sentido una comezón que no supera ni la muerte de Marlon Brando al enterarse del fallecimiento de Pat Morita, el inefable Señor Miyagi de la saga de Karate Kid.

Quién no habría querido tener un mentor como él en la adolescencia, para poder canear a gusto a los gamberros de los billares y acabar ligándote a la vecina rubia recién llegada. Quién no se ha pegado un morrón contra el suelo intentando imitar el golpe de la grulla sobre un poste de la playa. Ay, Daniel San, ¿y ahora de quien vas a aprender tus nuevas técnicas de karate? Aunque admitámoslo, el golpe maestro que derrotaba al último rival era una porquería. Que si la grulla en la primera, el barrilito en la segunda (de la tercera no me acuerdo y el nuevo Karate Kid ni la ví, confieso con vergüenza). Intenta cualquiera de esas con el Jet Li y seguro que acabas hecho unos zorros.

Lo que más de uno hemos pensado ahora al revisionar estas películas es que el Miyagi este era un jeta. «Mi enseñar como ganar gran combate de tercera regional y cazar moscas con palillos y tú a cambio das cera y pules cera, pintar verja, limpiar coche, hacer colada, pasear perro y echar bonoloto». Como decían en un sketch de la Hora Chanante, ya te vale Pat Morita, ya te vale.

Pero bueno, se suponía que esto era un homenaje al gran actor que nos dio Karate Kid 1, Karate Kid 2, Karate Kid 3, el Nuevo Karate Kid y… coño, no me acuerdo de más. Consultando su filmografía en la IMDB no veo muchos éxitos. Ah, que le puso la voz al emperador en Mulan, pues vale.

Y a todo ésto, ¿de qué se ha muerto el pobre hombre? En el enlace a la noticia que he puesto arriba pone «causas naturales», sin especificar nada. Yo tengo la teoría de que, tras ver que el gran éxito de Karate Kid no se repetía, abandonó el recto camino del Kung Fu y entró en la senda autodestructiva que han seguido muchos de los que un día lo eran todo y al día siguiente nada. Como McCaulay Culkin mismamente. Una vida de drogas, depravación y sexo fácil acabaron con su pobre corazón. Para confirmar mi tesis me apoyo en una única prueba, pero muy reveladora, esta foto de aquí abajo.

«¿damos cera en tu casa o en la mía?»

Bromas aparte, desde esta página quiero decir adios a Pat Morita y agradecerle los buenos ratos que hemos pasado las catorce veces que ví las dos primeras de Karate Kid. Si existe un paraíso, seguro que el cabrón ya se ha buscado un par de querubines para que le pinten las verjas del cielo. No sabe ná este Miyagi.